QUE ES EL AMOR?
Entonces
vamos a descubrir comprendiendo lo que el amor es; porque, como el amor es lo
desconocido, a él tenernos que allegarnos descartando lo conocido. Lo
desconocido no puede ser descubierto por una mente que está llena de lo
conocido. Lo que vamos a hacer, pues, es descubrir los valores de lo conocido,
considerar lo conocido; y cuando simplemente se lo considera sin condenación,
la mente se libra de lo conocido. Entonces sabremos lo que es el amor. Tenemos,
pues, que enfocar el amor negativamente, no positivamente.
¿Qué
es el amor para la mayoría de nosotros? Cuando decimos que amamos a alguien,
¿qué queremos dar a entender? Queremos decir que poseemos esa persona. De esa
posesión surgen los celos, porque si lo pierdo a él o a ella- ¿qué sucede? Me
siento vacío, perdido; por lo cual legalizo la posesión. Lo retengo a él o a
ella-. Del hecho de retener, de poseer a esa persona, provienen los celos, el
temor y todos los innumerables conflictos que surgen de la posesión. Esa
posesión, ciertamente, no es amor. ¿Acaso lo es?
Es
obvio que el amor no es sentimiento. Ser sentimental, ser emotivo, no es amor,
porque el sentimentalismo y la emoción son meras sensaciones. Una persona
religiosa que llora nombrando a Jesús o a Krishna, a su “guía espiritual” o a
alguna otra persona, es simplemente sentimental, emotiva. Se entrega a la
sensación, que es un proceso de pensamiento, y el pensamiento no es amor. El pensamiento
es resultado de la sensación. Así, pues, la persona que es sentimental,
emotiva, no tiene posibilidad de conocer el amor. Nuevamente, ¿no somos
emotivos y sentimentales? El sentimentalismo, la emotividad, son una mera forma
de la auto expansión. Estar lleno de emoción no es amor, evidentemente, porque
una persona sentimental puede ser cruel cuando sus sentimientos no se ven
correspondidos, cuando no tienen salida. Una persona emotiva puede ser incitada
a odiar, lanzada a la guerra, a la matanza. Y el hombre que es sentimental,
lleno de lágrimas con motivo de su religión, carece ciertamente de amor.
¿El
perdón es amor? ¿Qué está implícito en el perdón? Vosotros me insultáis y yo me
resiento, lo recuerdo; luego, por compulsión o arrepentimiento, digo “os
perdono”. Primero retengo y luego rechazo. ¿Eso qué significa? Que yo sigo
siendo la figura central. Sigo siendo importante; soy yo que perdono a alguien.
Mientras exista la actitud de perdonar, quien es importante soy yo, no la
persona que, según se supone, me ha insultado. De suerte que, cuando yo acumulo
resentimiento y luego niego ese resentimiento, lo cual vosotros llamáis
“perdón”, ello no es amor. Es obvio que el hombre que ama no tiene enemistad
alguna, y a todas estas cosas él es indiferente. La simpatía, el perdón, la
relación que existe cuando se posee, los celos y el temor, nada de eso es amor.
Todo eso pertenece a la mente, ¿no es así? Mientras la mente sea el árbitro no
hay amor, pues la mente sólo arbitra poseyendo, y su arbitraje es mera
posesividad en diferentes formas. La mente sólo puede corromper el amor, no
puede dar nacimiento al amor, no puede brindar belleza. Podéis escribir un
poema sobre el amor, pero eso no es amor.
Es
obvio que no hay amor cuando no hay verdadero respeto, cuando no respetáis a
los demás, ya se trate de criados o de amigos. ¿No habéis advertido que no sois
respetuosos, buenos, generosos, con vuestros servidores, con las personas que,
según se dice, están “por debajo” de vosotros? Pero sentís respeto por los que
están arriba, por vuestro jefe, por el millonario, por el hombre con título y
una gran casa, por el que puede brindaros mejor posición, un empleo mejor, por
la persona de quien podéis obtener algo. Pero maltratáis a los de condición más
baja que vosotros, con quienes usáis un lenguaje especial. Donde no hay, pues,
respeto, no hay amor. Donde no hay compasión, piedad, perdón, no hay amor. Y
como la mayoría de nosotros nos hallamos en ese estado, carecemos de amor. No
somos respetuosos, ni compasivos, ni generosos. Somos posesivos, llenos de
sentimientos y emociones que pueden ser dirigidos en uno de estos sentidos:
matar, asesinar, o hacer causa común con otros para algún fin disparatado,
fruto de la ignorancia. ¿Cómo, pues, puede haber amor?
Sólo
podéis conocer el amor cuando todas esas cosas han cesado, terminado; sólo
cuando no poseéis, cuando no sois meramente emotivos en vuestra devoción por un
objeto. Tal devoción es una súplica, es buscar algo en forma diferente. El
hombre que ora no conoce el amor. Corno sois posesivos, como buscáis una
finalidad, un resultado, mediante la devoción y la plegaria lo cual os torna
sentimentales, emotivos- es natural que no haya amor; y es obvio que no hay
amor cuando no hay respeto. Podréis decir que sí tenéis respeto, pero vuestro
respeto es para el superior; ello es simplemente el respeto que proviene de
desear algo, es el respeto del temor. Si realmente sintierais respeto, seríais
respetuosos con los inferiores y no sólo con los llamados “superiores”; y como
ese respeto no lo tenéis, en vosotros no hay amor. ¡Cuán pocos entre nosotros
somos generosos, magnánimos, compasivos! Sois generosos cuando os conviene,
compasivos cuando esperáis algún provecho. Cuando esas cosas desaparezcan,
cuando no ocupen vuestra mente, y cuando las cosas de la mente no llenen
vuestro corazón, entonces habrá amor; y sólo el amor puede transformar la
actual locura e insania del mundo, no los sistemas, ni las teorías de izquierda
o de derecha. Sólo amáis realmente cuando no poseéis, cuando no sois
envidiosos, codiciosos, cuando sois respetuosos, cuando tenéis misericordia y
compasión, cuando tenéis consideración por vuestra esposa, vuestros hijos,
vuestro vecino, vuestros infortunados servidores
Acerca
del amor no se puede pensar; el amor no puede ser cultivado ni practicado. La
práctica del amor, la práctica de la fraternidad, sigue estando en el ámbito de
la mente, y por lo tanto no es amor. Cuando todo eso ha cesado, entonces surge
el amor, entonces conoceréis qué es amar. Por consiguiente el amor no es
cuantitativo sino cualitativo. No decís “amo al mundo entero”; pero cuando
sabéis amar a uno, sabéis amar a todos. Es porque no sabemos amar a uno, que
nuestro amor a la humanidad es ficticio. Cuando amáis, no hay uno ni muchos:
hay sólo amor. Sólo cuando hay amor pueden resolverse todos nuestros problemas;
y entonces conoceremos su felicidad y su bienaventuranza.
hermosa reflexión de Jiddu Krishnamurti sobre
el amor. Krishnamurti siempre nos hace reflexionar y observarnos a nosotros
mismos.
Jiddu Krishnamurti
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