Mi Escuela. Cap. I

Creo que una de las cosas que me han permitido a lo largo de la vida ir mejorando mis fallas y errores, fue, sin lugar a dudas, mis fracasos; esas desilusiones amorosas que me dijeron que no siempre es bueno brindar tú todo, ¡eso jode!, el idealizar demasiado a una persona, olvidarnos incluso de nosotros mismos y aferrarnos a personas sin suponer lo que ocasionará eso al acabarse todo (apego emocional). Entendí que ser “tóxico” no es un halago, un chiste o motivo de orgullo como para llevarlo estampado incluso en el pecho, que la toxicidad conductual cansa, agota mentalmente y roba tú brillo, ¡destruye!. Logre aprender que nada es eterno, solo el amor de Dios por el mundo, todo lo demás tiene límites, todo acaba o terminará en algún momento por lo que es necesario preocuparnos más por disfrutar de cada día, cada momento, cada orgasmo, cada aprendizaje que de cuanto va a durar todo. Aprendí a no arrepentirme por aquello que alguna vez sacó una sonrisa de mi y mil emociones de placer. Aprendí que el “morbo" es válido en una relación y que no tiene nada que ver con una enfermedad mental, que la verdadera enfermedad mental está en engañar a quién está dando su tiempo y su esfuerzo para hacerte feliz.
Seguí aprendiendo con cada luna, con cada sol, con cada estación, con cada beso, con cada te amo, con un te quiero y con miles de me encantas. Aprendí que prohibir y controlar las aptitudes de quién está a mi lado, se traduce más en mis carencias que en los errores de quién comparte conmigo sus secretos y sus miedos, sus defectos y sus sueños, sus pensamientos y fantasías.
Aprendí a aprovechar cada milésima de segundo, de cada locura, cada invento y cada nueva experiencia, aprendí y decidí decirle no a los protocolos sociales y decirme si, a aquello que me apasiona y que puede apasionar a quién me ayuda a ser más apasionado, aprendí a sacrificar sin ser sacrificado, aprendí a esforzarme por lo que vale la pena hacerlo y me puede hacer bien.
Aprendí a evolucionar, pero sobre todo me aprendí a amar, a soñar despierto, a desvivirme de amor por lo que me rodea y a aprendí que no todo tiene una explicación, las cosas solo pasan cuando deben, porqué deben y es algo que escapa de nuestro poder, pero somos poderos, tenemos el poder de cambiar vidas y cambiar una vida a la vez.
Aprendí a persignar mis sentimientos en cada golpe. Aprendí que un clavo en la pared deja marcas, que una palabra puede marcar eternamente un alma. Aprendí que puedo ser el héroe sin capa en la vida de cualquier persona, aprendí que si quiero cambiar algo, debo empezar por mí. Aprendí a evitar el odio, y a odiar con acciones justas.
Aprendí que el amor y el conocimiento son las armas más poderosas, pero que la ignorancia también tiene poder.
Aprendí valorar las buenas oportunidades y no hipnotizar mis sentidos en lo que dejo de ser y no debe volver. Aprendí a ser estratega de vida y del placer, aprendí y aprendí de todo lo que a mi llega. Todo es importante, nada es insignificante, todo enseña, todo deja huellas y marcas, por bien o por mal la vida al final de cuentas es una escuela con grises y matices.


Continuará.
Por, Leonardo J. Rincón (@leojrincon)
www.leojrincon.blogspot.com

Apoyame compartiendo y si deseas leer más de mis pensamientos.

Comentarios

Entradas populares de este blog

DIOSA

Cuando la maldad se encarna

Mi denuncia sobre los últimos meses de tortura en polisur